LA VERDADERA HISTORIA DE HALLOWEEN

    04.04.24 | Resources, Articles, Artículo | by Kim Wier

    “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilatos…”  (Lucas 3:1).

                De esta manera comienza el relato bíblico del ministerio público de Jesucristo en el libro de Lucas –y de esta manera se funda la semilla de Halloween.

                En un tiempo en que sabemos que el mundo era gobernado por Roma, un dominio opresivo de un gobierno de un-mundo, el Hijo de Dios vino para cambiar ese mundo para siempre.  Un hombre desconocido de Galilea comenzó a enseñar acerca de un nuevo reino.  Para muchos, Sus palabras parecían palabras de anarquía.  Pocos entendieron el verdadero significado de estas palabras, y muchos estaban ansiosos para que un nuevo rey viniera y reemplazara al famosamente régimen brutal de ese tiempo.  Pacientemente, Jesucristo continuó compartiendo la realidad espiritual detrás de Sus palabras.

                En aquel tiempo, parecía que muy pocos estaban escuchando.  Sin embargo, aquellos que pusieron atención escucharon palabras que nunca olvidarían, palabras que un día harían eco fuertemente.  Jesucristo dijo que sus seguidores iban a sufrir por cause de Él, serían abusados por parte de los hombres, y aún serían matados por proclamar la verdad (Mateo 10:16-39).  Sería por la fidelidad de hombres y mujeres que sufrieron y soportaron tal persecución que Dios propagaría el evangelio y firmemente plantaría la iglesia de Jesucristo para siempre.  Cristo lo había predicho, y por los primeros trescientos años después de su ascenso al cielo, ese sufrimiento sería sin paralelo.

                La persecución vino primero de parte de los Judíos, y luego de parte de los Gentiles bajo la dirección del gobierno Romano.  Los indefensos cristianos llegaron a ser el centro de la más cruel y la más persistente campaña de exterminación de parte del estado.  La cultura tenía muchos dioses, especialmente el dios de la indulgencia, y el Cristianismo era una afrenta a las deidades de Roma.  Los cristianos eran “herejes”, el grupo más fácil de culpar por cualquier situación que se presentara.  Si había sequía, los cristianos habían ofendido al dios de la lluvia.   Si había un incendio, un temblor, o una inundación, los dioses estaban enojados contra los cristianos por no querer hacerles sacrificios.  Aún las desgracias militares era la culpa de esta gente necia.

                Comenzando con Nerón, la iglesia que iniciaba sufrió persecución tras persecución.  Eventualmente no se necesitaba ninguna excusa.  Los cristianos subvertían o disturbaban la religión del estado –el paganismo- y llegaron a ser una espina para Roma.  La respuesta del imperio fue la tortura.  Por trescientos años, el paganismo hizo lucha contra el Cristianismo y no era posible comprometer la verdad.  Tales puntos de vistas tan opuestos no podían darse una tregua.

                Ignacio, líder de la iglesia de Antioquia en 107 d. C., era un estudiante del apóstol Juan.  Cuando Ignacio rehusó renunciar su fe en Cristo, fue condenado a los leones.  Fue atado y llevado a la capital, donde en Roma, los cristianos lo recibieron y lo animaron, pero no pudieron retrasar su cita divina.  El 20 de Diciembre del 107 d. C., todavía rehusando renunciar a su Señor, Ignacio fue lanzado al anfiteatro y fue hecho pedazos por animales salvajes mientras la gente gritaba emocionada.

                Aun cuando eventos como estos eran comunes, no tuvieron el efecto que Roma esperaba.  Los paganos que presenciaron el valor y la convicción de Ignacio y otros cristianos como él, fueron traídos a la fe.  Historias milagrosas de gente convertida eran registradas como resultado de tan valiente fe.  También son maravillosas las historias de la gracia de Dios por aquellos que sufrieron y soportaron.

                Otro amigo y estudiante del apóstol Juan por 20 años, Policarpo, sufrió una dolorosa muerte con alabanzas en sus labios.  Cuando le ordenaron negar a Cristo, él respondió, “por ochenta y seis años he servido al Señor Jesucristo, y Él nunca me ha hecho ningún mal.  ¿Cómo puedo yo blasfemar a mi rey que me ha salvado?”  Policarpo fue sentenciado a ser quemado en una estaca.  En medio de las llamas, testigos registran su alabanza a Dios, de que pudiera “ser contado entre Sus mártires, que pudiera tomar la copa del sufrimiento de Cristo, a la resurrección eterna del alma y del cuerpo a la incorrupción del Espíritu Santo.”  Los testigos dicen que las llamas parecían no tocarlo, sino solo refinarlo, y a uno que lo ejecutaba se le pidió que lo matara con una espada, ya que el fuego no lo mataba.  Los que estuvieron presentes reportan que el fuego olía como un aroma dulce que llenó el estadio.  El evento sirvió para fortalecer la fe de los creyentes.

                Una joven madre, Perpetua, rehusó negar el nombre de Cristo.  Ignorando las súplicas de su padre que no era creyente, y las apelaciones frenéticas de que pensara en su bebé, ella escogió la muerte y la promesa de la vida eterna.

                Un grupo de 40 soldados romanos se mantuvieron juntos en su rechazo a ofrecer sacrificios a los dioses romanos.  Aún cuando perderían su estatus militar, ellos no negaron a Cristo.  El furioso gobernador romano los condenó a que los desnudaran y los pusieran en el centro de un lago congelado, rodeado de soldados y tinas con agua calientita.  Mofándose para que negaran a Cristo y les permitieran meterse al agua caliente, solo uno de los 40 se debilitó.  Cuando un guardia vio la negación de esa persona, se entristeció profundamente y él mismo fue convertido  en ese momento.  “yo soy un cristiano” gritó, se quitó su uniforme y tomando el lugar de la persona para morir con sus nuevos hermanos en el lago congelado.

                Muchos corazones vinieron a la fe de Cristo, no a pesar de estas historias, sino por causa de estas historias.

                Aún así, el tiempo que el gobierno tomó para forzar a los cristianos a negar a su Salvador parecía interminable.  Los métodos de tortura han sido sin paralelo en la historia humana.  Ahorcados, decapitados, le sacaban los ojos, los golpeaban horriblemente, los hervían en aceite, los quemaban sobre planchas de hierro calientes, los quemaban en una estaca, los dislocaban en un potro de tormentos, los echaban a los leones y a los osos, y hombres, mujeres, y niños iban a su muerte alabando a Dios.  La gente, admirada por la gracia y el frecuente gozo con que los cristianos enfrentaban y sufrían la muerte, descubrieron por ellos mismos la salvación de Cristo.  Ante maldad tan indescriptible, la iglesia creció.  Aún cuando los cristianos no tenían derechos civiles, sus iglesias y sus Escrituras eran quemadas, y sus propiedades confiscadas, la Iglesia perseveró, continuó dando testimonio de la verdad de Cristo.

                Por fin, fue hecho un intento final para barrer con esta “secta no-oficial.”  Obvios de que los cristianos no serían nunca disuadidos, por el año 311 d. C., la supremacía del cristianismo era clara.  Ese año se escribió un edicto de tolerancia, llamando no solo a un fin de la persecución, sino también se les dio protección a los cristianos para que se pudieran reunir juntos para adorar.  Sin embargo, su seguridad fue verdaderamente sellada con la conversión pública del emperador de Roma, Constantino, en el año 313 d. C.  Dentro de un corto tiempo, Constantino declararía el Cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano, y de esta manera, también del mundo conocido.  Dios tenía verdaderamente un plan.

                ¿Cómo fue que el Cristianismo sobrevivió esos trescientos años de horror?  Philip SCAF, historiador de la iglesia del siglo diecinueve escribió “A estas extendidas y crueles persecuciones la iglesia no se opuso con violencia revolucionaria, tampoco con una resistencia carnal, sino el heroísmo moral de sufrir y morir por la verdad.  Pero este mismo heroísmo fue el más bello adorno y la más poderosa arma.  En este mismo heroísmo, ella probó ser digna de su Fundador divino, quien se sometió a la muerte de cruz para la salvación del mundo, y aún oró para que sus asesinos pudieran ser perdonados.”  Como Tertuliano, un mártir del segundo siglo, correctamente proclamó a los oficiales Romanos quienes lo sentenciaron a la muerte, “Atorméntennos, tortúrennos, muélannos hasta ser polvo.  Nuestros números aumentan en proporción a cuánto nos muelen.  La sangre de los mártires es la semilla de la cosecha (de la iglesia).” 

                Todos somos parte de esa iglesia universal –sin importar la etiqueta de la denominación. Como personas que creemos en la salvación solo por medio de Cristo, tenemos una deuda de honor a la fidelidad de aquellos que se mantuvieron firmes frente a la muerte y establecieron la iglesia.

                Cuando la iglesia tomó una nueva posición de honor de parte del mundo, estos mártires fueron reconocidos oficialmente.  Se apartaron días especiales para recordar a las personas que habían sufrido y muerto por amor a su Salvador.  La lista, sin embargo, era muy larga.  No había suficientes días en el calendario.  Eventualmente se fijó un día para recordarlos.  En el año 610 d. C. la iglesia dedicó mayo 13 como Día de Todos Los Santos.  El “día santo” fue añadido a otra festividad cristiana que ya se celebraba, Navidad, Resurrección, y Pentecostés.  También conocido como All Hallows, el 13 de mayo fue el día en que el festival se celebró por más de cien años.

                Luego, en el año 741 d. C., All Hallows, o Día de Todos los Santos, encontró un nuevo día en el calendario. En aquel tiempo había una preocupación de la creciente popularidad de un festival pagano que se celebraba el 1 de noviembre, conocido como Samhain.  Trazado al tiempo de los Celtas y Drudas, este festival pagano estaba comenzando a tener una influencia aún dentro de la comunidad cristiana.  Para contrarrestar esto, la iglesia se volvió a una exitosa estrategia previa de reclamar esa fecha como suya.  Como en el caso de la Navidad, la celebración del nacimiento de Jesucristo fue asignado al 25 de diciembre porque esa era la fecha en que los paganos estaban celebrando su solsticio de invierno.

                En esta ocasión, Samhain, el festival pagano de la muerte, fue remplazado con el Día de Todos los Santos.  Tomando prestado de la tradición judía de preparar las festividades especiales, la iglesia cristiana reservó el día antes del festival religioso como tiempo sagrado.  Octubre 31 se fijó como una noche de preparación llamada “All Hallow´een,” o “la víspera de los santos.”  Juntos, crearon un tiempo muy significativo para que la iglesia recuerde a los mártires pasados.

                Lo que sucedió a este festival de la iglesia desde aquel tiempo hasta el presente es donde se encuentra el gran debate.  No podemos negar que este festival no se mantuvo siendo un festival religioso significante de la misma manera que la Navidad, pero tampoco se ha deteriorado completamente en oscuridad.  Muchas otras fechas honradas por la iglesia han desvanecido, pero Halloween y el Día de Todos Los Santos ha sido preservado.  Desafortunadamente, la mayoría no realiza el intento original de nuestros padres de la iglesia.  Aunque su razón por establecer el día festivo es innegable, al pasar los años muchas culturas han influenciado nuestro Halloween actual.

                Recordando Hebreos 13:7, los padres de la iglesia creyeron en el valor de honrar a hombres y mujeres fieles: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál hay sido el resultado de su conducta e imitad su fe.” Hubo, y todavía hay, mucho que imitar de la vida de no solo aquellos que murieron como mártires, sino también de aquellos que vivieron vidas llenas de fe.  La Biblia está repleta con tales historias.

                Uno de los más grandes ejemplos de un mártir que honró a Dios está en el libro de Los Hechos y nos da la historia de Esteban, el primer creyente registrado que murió por su creencia en Cristo Jesús.  El registro muestra a Esteban manteniéndose firme por Cristo, apelando a sus acusadores para que crean, y su firmeza mientras las piedras golpeaban su cuerpo. Sin embargo, aún cuando la turba lo agarró, “Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesucristo que estaba a la diestra de Dios, y dijo: Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.” (Hechos 7:55-56).  Mientras las piedras continuaban cayendo, las últimas palabras de Esteban, “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hechos 7:60) hacen eco a las palabras de Cristo en la cruz.

                ¿Por qué Dios quiso mantener este registro por siempre –la muerte de un mero hombre cuya sangre no puede salvar, quien ni era una persona sin-pecado, ni capaz de conquistar el pecado? Por la misma razón por la que Él inspiró los registros de no solo los compañeros mártires de Esteban, Santiago (Hechos 12:2), Abel (Lucas 11:51), Juan el Bautista (Marcos 6:27), y Zacarías (2 Crónicas 24:21), sino también de aquellos que vivieron por fe, incluyendo a Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jaco, Moisés, José, y Rahab (ver Hebreos 11).

                “Todos estos… alcanzaron buen testimonio mediante la fe” (Hebreos 11:39), sus historias fueron preservadas para que nosotros  “consideremos cual haya sido el resultado de su conducta, e imitemos su fe” (Hebreos 13:7).

                ¡Gracias a Dios tal fe no termina con esa lista!  Los siguientes trescientos años continuaron viendo hombres, mujeres, y niños enlistados en el mismo salón de la fama de la fe.  La lista tampoco terminó con la legitimización del Cristianismo.  En cada generación, los seguidores de Jesucristo han tenido su fe puesta a prueba, sin aplacarse, sin renunciar a su fe, y sin comprometer esa fe, aún frente a la muerte.

                Esto es por lo que la noche de Halloween fue establecida para contemplar y celebrar.

                Nadie puede negar que tal causa sea digna de participación cristiana.  Sin embargo, permanece el argumento de que la celebración ha sido tan distorsionada que ya no se puede redimir.  Créanlo o no, hubo un tiempo en que el mismo argumento fue hecho acerca de la Navidad.  En el siglo diecisiete, muchos protestantes decidieron que los verdaderos cristianos no deberían reconocer la Navidad debido a sus vínculos a raíces paganas, y porque era visto como un día festivo exclusivamente Católico.  En el año 1620, los Peregrinos comenzaron a descargar el Mayflower en el Día de Navidad como una declaración de que ellos no participarían en tal festividad satánica.  Aún el día de hoy, hay algunos que rechazan Easter, lo que muchos consideran ser la festividad más santa de la iglesia cristiana, debido a sus supuestas ataduras al paganismo pasado. Para ambos grupos, estos días festivos parece que no se pueden redimir.

                A menos de que la obra primaria de Dios en el mundo sea entendida, continuaremos luchando con el mismo dilema.  Es muy claro en la Palabra de Dios que la obra primaria de Dios es la redención.  Desde la caída del hombre en el Jardín del Edén, cada acto de Dios el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, se ha centrado en la obra de redimir algo perdido.  Es por causa de esa obra que relaciones vacías son restauradas, obras vacías son hechas eternas, y rituales vacíos se convierten en un acto de adoración espiritual.  “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:18-19, énfasis añadido)

                Simplemente porque un legado sin valor ha sido transmitido o pasado por los que vivieron antes que nosotros, no significa que no se pueda redimir. La sangre de Cristo tiene el poder para redimir todas las cosas vanas o sin-valor, ya sea Halloween o cualquier otra “vana manera de vivir recibida de nuestros padres.”  Muchos de nosotros podemos ver los lugares redimidos en nuestras propias vidas y argumentar por experiencia de primera mano.

                Si Halloween es simplemente una vana manera de vivir más en tu familia, te desafiamos a que consideres el poder de la sangre de Cristo, que saca valor de algo sin-valor.  Aún cuando esto te parezca algo insignificante para defender o en lo cual mantenerte firme, recuerda: “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.”  (1 Corintios 1:27-29).

                Tal vez tú pienses que es tonto, y aún imposible, pero mucho mejor, porque cuando Él lo haga, solo te podrás gloriar en el Señor (1 Corintios 1:31).  Hemos descubierto que en el caso de Halloween, la verdad realmente te puede hacer libre: libre de culpa, libre de temor, y libre para celebrar el poder y la bondad de Dios.

                Este libro no es un plan para alternativas de Halloween.  No te sugerimos a que tú simplemente rehagas la versión del mundo de Halloween.  Esperamos inspirarte a que recobres la celebración que realmente pertenece a la gente de Dios y restaures el propósito por el cual fue establecido.

                Realmente es muy sencillo, y como hemos descubierto, también es muy divertido y espiritualmente gratificante.  Al enfocarnos en una verdad digna de celebrar, un mensaje digno de comunicar, y una gente digna de conmemorar, Halloween puede llegar a ser más que un día festivo.  Será un día santo.

                Tú no tienes que hacer cada actividad enlistada aquí.  Algunas van a funcionar para tu familia, otras no, y simplemente no habrá tiempo suficiente para hacerlas todas este año.  Entonces, escoge tus ideas favoritas y guarda las demás para el próximo año.  Nadie sabe, tal vez vas a esperar con ansiar a que llegue Halloween.

                Lo mejor de todo, una vez que descubras la verdad, no tendrás más que susurrar la palabra Halloween.  Puedes realmente celebrar sin nada que ocultar. Después de todo, Halloween es una palabra santa –para aquellos dispuestos a permitir que Jesucristo lo redima.

     

    (Capítulo traducido del libro “Redeeming Halloween” por Kim Wier & Pam McCune, Tyndale House Publishers)

               

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